Día 551: Cristina, el río de la historia y no poder bañarse dos veces en él

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Cuando fue confirmada la condena a Cristina Fernández de Kirchner, que incluye la imposibilidad de ejercer cargos públicos, el peronismo se encontraba encerrado en el laberinto de su interna. Sin una perspectiva clara de qué proyecto contraponer a Javier Milei, más que esperar la implosión de su proyecto por sus propias contradicciones.

Para el periodista Carlos Burgueño, Cristina descarta que el fin del mileismo pueda parecerse a estallidos anteriores como el que le dio nacimiento al peronismo 17 de octubre de 1945, el final hiperinflacionario de 1989 o la crisis institucional del fin de la convertibilidad en 2001 y 2002, de la que surgió el kirchnerismo.

En cambio, ella proyecta un escenario similar al “estallido social” chileno de 2019: una rebelión nacida no de una corrida bancaria ni del colapso del sistema cambiario, sino de un hartazgo acumulado por el ajuste, la desigualdad y el desgaste cotidiano de la vida social. Cristina cree que el actual modelo económico no tiene futuro y que, cuando colapse, la gente irá a buscar al peronismo. Eso le permitiría un regreso “a lo Lula da Silva”.

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El ejercicio del periodismo profesional y crítico es un pilar fundamental de la democracia. Por eso molesta a quienes creen ser los dueños de la verdad.

Así sintetizaba el Turco Asís la estrategia de Cristina a comienzos de este mes, luego del anuncio de su candidatura para la tercera sección electoral en la provincia de Buenos Aires: “Esta mujer quiere repetir la peripecia de Lula, que estuvo un año y medio preso y hoy es el presidente de Brasil”.

La condena le ha otorgado nuevamente una centralidad política en la escena nacional, y ha ordenado, momentáneamente, la estrategia del peronismo, que se simplifica en denunciar el fallo de la Corte. ¿Pero qué ocurrirá el día después? ¿Es viable simplemente esperar el derrumbe del adversario sin una verdadera propuesta alternativa o un programa claro? ¿Bastará la apelación al liderazgo de “la jefa” para ordenar al peronismo? Los primeros resultados electorales de este año mostraron la limitación de esa visión.

El pasado 10 de junio, cuando se conoció la condena, la expresidenta denunciaba que «al cepo del salario del gobierno de Javier Milei, ahora el partido judicial le agrega el cepo al voto popular». Pero además, dejaba una sugerente imagen que echa luz sobre su visión más a largo plazo, y que, de alguna manera, dio origen al título de esta columna de Modo Fontevecchia, por Net TV, Radio Perfil (AM 1190) y Radio JAI (FM 96.3).

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Tardará más o menos tiempo, pero el pueblo es como un río. Se le ponen piedras, se puede desviar el cauce, pero el agua pasa. La historia me ha enseñado que el pueblo toma nombres y liderazgos que van surgiendo a medida que va marchando. Nadie tiene la vaca atada. La experiencia del pueblo argentino me enseña que no se resignan a perder derechos”, dijo la expresidenta.

La metáfora del cauce del río que entremezclando sus aguas teje la historia ha sido repetidamente usada a lo largo de la historia en las ciencias sociales. También que el pueblo es como un río que, aunque haya una piedra en su cauce, la rodea y sobrepasa los obstáculos. Es una imagen que ve la historia como una fuerza natural.

Pero también podríamos ver que los seres humanos han operado sobre los ríos, construyendo diques o desviando sus cauces. El río de la sociedad argentina es el resultado de su forma natural, pero también de las intervenciones que la política tuvo para definir su cauce. El filósofo de la antigüedad Heráclito dijo que es imposible bañarse dos veces en el mismo río, porque cuando uno vuelve a él, el río ya no es el mismo, ni tampoco uno es el mismo.

La acción humana sobre la naturaleza es una buena metáfora de cómo actúa la política: no crea en el vacío o simplemente desde la imaginación, sino sobre un cuerpo social que tiene sus aspiraciones, sus deseos y sufrimientos, su realidad material. ¿No fue Milei el resultado de un agotamiento de la sociedad con las promesas incumplidas de la política?

Pablo Semán, en su artículo “11 tesis sobre Milei”, publicado en la revista Anfibia, sostuvo que aquellos que en 2015 fueron seducidos “por la promesa de una revolución económica sin víctimas” (“nadie va a perder nada”), o aquellos que CFK buscaba convocar en 2019 con la idea de que el macrismo “desordenó la vida de la gente”, son los mismos que hoy se ven convocados por un Milei que los dignifica al hablarles como sujetos que cuentan con “la fuerza necesaria de cambiar la fatalidad de sus destinos” si lo acompañan en su promesa de rebelarse contra las injusticias del sistema que él denomina “la casta”.

Milei le habló a una población harta de los privilegios de la casta política, y que hoy, según una encuesta de Zuban Córdoba, en su mayoría considera que la Justicia no es igual para todos. Al mismo tiempo, creen que Cristina es culpable de activos de corrupción y debe pagar por ello.

A pesar de que los libertarios celebraron la condena a Cristina, agudizando la polarización, la estrategia de La Libertad Avanza era derrotar al kirchnerismo en las urnas, confiados en que su visión de la sociedad actual se ajusta más a las aspiraciones sociales que las del kirchnerismo. Esto hoy no se puede llevar a la práctica. «Cristina hubiera sido una buena confrontación», sostuvo el jefe de Gabinete, Guillermo Francos, y agregó: “La victoria contra Cristina tiene un valor superior”.

Este martes, en este mismo programa, el dirigente peronista Julio Bárbaro señaló que, más allá de la coyuntura actual, la estrategia que el kirchnerismo venía sectorizando al peronismo, limitando cada vez más su alcance. “Cristina convirtió un partido nacional en un partido provincial. Es una reducidora del peronismo. Y en lo esencial, que Cristina desaparezca, hace que vayan todos a saludarla. Porque Cristina sin poder es divertida”, dijo.

La crítica de Bárbaro resalta todavía más cuando vemos las campañas de La Cámpora o el modo en el que han actuado desde que se conoció la condena. Pareciera que no entendieran los cambios que se han producido en la sociedad. Es entendible que los jóvenes kirchneristas sientan hoy que son víctimas de una injusticia y que el fallo de la Corte Suprema los dejó sin la representación de a quienes ellos consideran su líder. Pero enojarse con la sociedad, o con los periodistas, no los ayudará a recuperar la voluntad de la población en su proyecto político.

En la actitud que han tenido manifestantes gritando y destruyendo medios como TN o Neura, o cómo vienen irrumpiendo a lugares arrojando volantes al grito de “con Cristina no se jode”, no pareciera haber una intención de persuadir, sino simplemente manifestar enojo o impotencia.

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Algunos de los jóvenes indignados con el fallo de la Corte llevaron adelante estos días repartieron volantes en un supermercado Coto. Parece un poco ridículo. En otro caso, realizaron un volanteo en un clásico bar porteño. “En este bar se juntan los mafiosos que metieron presa a Cristina”, decían los papeles en contra de los jueces del máximo tribunal. En líneas generales, son acciones que transmiten más impotencia que una idea transformadora de algo malo en algo bueno.

Por otra parte, hay un espejo simétrico con el discurso de Milei contra los medios de comunicación. En un reciente comunicado, FOPEA señaló que, desde el fallo, se agravó el clima de intolerancia que limita la libertad de prensa en Argentina. La organización advirtió que estos actos buscan intimidar a la prensa y obstaculizar su labor informativa, llegando incluso a poner en riesgo la integridad física de los comunicadores.

Mientras el Gobierno ataca a los periodistas y los trata de “ensobrados”, el peronismo los acusa de haber cegado a la población poniendo a los ciudadanos en contra del kirchnerismo. ¿No serán los kirchneristas o cristinistas los cegados ante una sociedad que ha cambiado? Al igual que Milei, se enfurecen, critican y atacan a quienes someten al análisis sus relatos de la realidad, aunque los traten con respeto, como es nuestro caso.

Esperemos que estos actos no tengan un nuevo episodio en la movilización de hoy, y también esperamos que el Gobierno respete el derecho a la manifestación que tienen quienes ven en Cristina Kirchner su referencia.

Este martes, Margarita Stolbizer —una de las primeras denunciantes de Cristina Kirchner, junto con Elisa Carrió—, mostraba una actitud democrática que considero que debe ser destacada. Declaraba que, aunque no comparte la consigna de la marcha, respetaba la legitimidad de la movilización. «Me parece legítima la marcha, no me sumaría nunca. Es una decisión de la Justicia que debemos cumplir», afirmó.

Heráclito, el filósofo antiguo, estableció la dialéctica como modo de pensar el mundo. Comprendió que la naturaleza se mueve a partir del choque de contrarios, una idea que siglos después retomaría Hegel para pensar la historia como una sucesión dialéctica de conflictos y superaciones. Este marco conceptual puede ayudarnos a leer mejor la política de nuestro tiempo, donde muchas veces los opuestos son entendidos como enemigos irreconciliables, cuando en realidad de lo que se trata es de incorporar la diferencia de lo nuevo en una síntesis superadora.

Para Hegel, el conflicto no es el fin, sino el motor que permite avanzar: en la tensión puede surgir un nuevo equilibrio, una verdad parcial, momentánea, pero útil. De la confrontación pueden surgir acuerdos frágiles pero funcionales, como ocurrió en la interna de Juntos por el Cambio, por ejemplo, aunque luego el proyecto no fue sostenible. Evitar el conflicto por miedo al ruido puede llevar a bloqueos destructivos, como se vio en el estancamiento del Frente de Todos.

En este momento de alta polarización y tensiones cruzadas, tanto el oficialismo como la oposición parecen atrapados en lógicas que refuerzan su propio aislamiento respecto del humor social.

La condena a Cristina Fernández de Kirchner reactiva liderazgos, pero también profundiza la distancia entre la dirigencia política y una ciudadanía que se mantiene apática y ya no se moviliza por lealtades automáticas, sino por expectativas concretas de mejora que hoy el peronismo no está ofreciendo.

Si el kirchnerismo aspira a reencontrarse con ese “río” que invoca su líder, deberá dejar de hablarle sólo a los convencidos y aprender a leer el cauce cambiante de una sociedad que ya no es la misma.

El verdadero desafío no es imponer una verdad y enojarse con quienes piensan distinto, sino construir un sentido compartido que logre canalizar el descontento y dar una perspectiva superadora sin romper los diques de la convivencia democrática. El cauce de la Argentina seguirá fluyendo, el río de la nación es el protagonista de un diálogo entre sus aguas. A las que nadie controla y son obra de todos.

Producción de texto e imágenes: Facundo Maceira

TV/ff

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