El pasado 2 de julio en Bagneux, en la región parisina, respondiendo a una invitación de Lucie Castets (una personalidad “independiente de izquierda” que los diputados del Nuevo Frente Popular (NFP) propusieron como primera ministra), se reunieron dirigentes del Partido Socialista (PS), de los Ecologistas y de varias organizaciones menores surgidas de las diversas crisis del PS y de La Francia Insumisa (LFI) 1 para debatir. El tema de la discusión no era prepararse para barrer a Macron, Bayrou y su política reaccionaria mediante la lucha de clases, sino acordar el tema candente… ¡de las elecciones presidenciales de 2027!
Ilusiones electorales y ambiciones personales
Todos los participantes consideran que la “izquierda” debería unirse tras una candidatura única en la primera vuelta, una candidatura que, debido a las divisiones de la derecha y el centro, pasaría a la segunda vuelta y, gracias al “repunte republicano”, vencería al o la representante del Reagrupamiento Nacional (RN).
Además del supuesto de que no habrá ninguna crisis social o política importante en los próximos dos años -cuestión que está por verse debido a la última conferencia de prensa del Primer Ministro François Bayrou y de todo su gabinete anunciando básicamente un plan de ajuste que le declara la guerra al pueblo trabajador- y, por tanto, que se respetarán los plazos electorales; hay una cierta ceguera al no prever la probable connivencia entre una derecha cada vez más reaccionaria y una extrema derecha que intenta parecer respetable2. O, más exactamente, la izquierda legalista cree poder atraer a los electores de la derecha «moderada» hacia una candidatura no demasiado radical.
La preselección de él o la candidata no estaba en el orden del día de la reunión -solo se mencionaron las primarias sin entrar en detalles-, pero todos pensaban claramente en eso. Los presentes, al menos tres de los cuales aspiran abiertamente (Lucie Castets, Clémentine Autain y François Ruffin), el PS con posibilidad de lanzar a uno de los suyos, y también los ausentes: el Partido Comunista Francés (PCF), que guarda silencio; LFI, para la cual Jean-Luc Mélenchon es indiscutible; y Raphaël Glucksmann, que cree que serán las encuestas las que muestren quién está mejor posicionado.
El Nuevo Frente Popular, un cuchillo sin hoja
Más allá de la ridícula rivalidad entre quienes se ven ya en el Elíseo, las divisiones son evidentes. Tras la segunda vuelta de las legislativas, la dirección del PS y la de los Verdes consideraron seriamente prolongar el “frente republicano” respondiendo a la propuesta de Macron de formar un gobierno que dejara fuera a RN. Esto resultó rápidamente inviable, ya que significaba el fin del NFP, dado que el proyecto de Macron excluía a los “extremos”, tanto a LFI como al RN y sus aliados.
También implicaba renunciar a la lucha contra el desmantelamiento del sistema de pensiones, la reforma emblemática de Macron apoyada por Los Republicanos, cuyo peso político es mucho mayor que su número de diputados. El PS se habría conformado con una “verdadera negociación”, pero el precio a pagar habría sido considerable. En efecto, la constitución del NFP y su relativo éxito habían suscitado esperanzas (e ilusiones) entre el “pueblo de izquierda”, más allá del simple freno a un eventual gobierno del RN. Asumir la responsabilidad de romper esa alianza era impensable.
Pero lo que unía a todos los partidos que componen el NFP era limitar la respuesta a los ataques del gobierno y del capital al terreno institucional, evitando llevarla al terreno de la lucha de clases, al de la reanudación de huelgas y manifestaciones, a pesar de que muchos de sus votantes acudieron a las urnas con ánimo de revancha tras la derrota contra la reforma de las pensiones3.
Para entretener al público, se lanzó una “gran campaña democrática” -con peticiones incluidas- para exigir a Macron el nombramiento de un(a) primer(a) ministro(a) del NFP, principal fuerza del Parlamento y, para más ironía, en nombre de las “tradiciones de la Quinta República”, amenazando incluso con destituir al Presidente4. Luego vinieron las mociones de censura de geometría variable, cuya suerte dependía de los votos del RN y cuyo éxito solo habría servido para sustituir un gobierno de derecha por otro, Bayrou en lugar de Barnier. Todo esto a la espera de las próximas elecciones, sobre todo las presidenciales, que acaparan toda su atención.
Condenados a dividir
Una parte de las fuerzas del NFP quiere jugar la carta del “realismo” y de la respetabilidad, creyendo sintonizar con las aspiraciones del electorado y preparando probablemente futuras alianzas con el “centro”. Otras, como LFI, se muestran más radicales reclamando “todo el programa del NFP”, pero más allá de que dicho programa no tiene nada de anticapitalista, todos se sitúan en el terreno institucional y del juego parlamentario, con algunos discursos patrioteros de Jean-Luc Mélenchon, defensor de “nuestras industrias nacionales” e incluso de “nuestras fuerzas armadas”. Y, por supuesto, las elecciones presidenciales como única salida.
Pero las fracturas son manifiestas en muchos temas. Así, el PS retoma sin pudor las acusaciones de islam izquierdismo e incluso antisemitismo contra LFI, y se cuida de condenar con claridad los crímenes del gobierno israelí. Nada sorprendente, ya que la socialdemocracia siempre apoyó al sionismo, y el Partido Laborista israelí forma parte de la Internacional Socialista. Pero legitimar el genocidio contra los palestinos uniéndose a la campaña de odio contra quienes lo denuncian… De hecho, el PS busca un terreno común con las posiciones “equilibradas” de Macron, que considera un poco excesiva la política de Netanyahu mientras denuncia el “terrorismo” de Hamás5. Pero la ignominia del PS va más allá de la cuestión palestina: respalda la islamofobia de Estado en todos los frentes, alimentando así la confusión entre migrantes y criminalidad.
Otro episodio significativo: acabamos de ver a Olivier Faure defender que los policías municipales lleven armas (¿y las usen?) frente a una modesta propuesta de LFI para su desarme. Es cierto que los gobiernos “socialistas” ampliaron las prerrogativas policiales permitiendo disparar en caso de negativa a detenerse. Las consecuencias de ese cheque en blanco otorgado a la policía durante el mandato de François Hollande (ley del 28 de febrero de 2017) las vemos regularmente.
Esto plantea interrogantes sobre los límites de la posición de LFI, que por otra parte es favorable al refuerzo de la policía nacional. Pero lo más claro es que, ante cada ataque de la derecha, la supuesta izquierda retrocede, intenta justificarse, mostrarse razonable y moderada, y así se distancia de las propuestas algo más radicales.
El NPA “Anticapitalista”, a la zaga del Nuevo Frente Popular
No ha hecho falta mucho tiempo para que los dirigentes del NPA-A, rompiendo con su propia historia, sucumbieran a los encantos de la unión de la izquierda. Sería cruel recordarles, justo cuando acaban de hacer adherir su partido a su autoproclamada Cuarta Internacional, esta cita del Programa de Transición, del cual aún se reivindican:
“La IVª Internacional goza ya del odio merecido de los estalinistas, socialdemócratas, liberales burgueses y fascistas. No tiene ni puede tener lugar en ningún Frente Popular. Se opone irreductiblemente a todas las agrupaciones políticas vinculadas a la burguesía.
Extracto de las resoluciones del congreso del NPA-A (febrero de 2025):
LA UNIDAD POLÍTICA Y NUESTRAS TAREAS EN LAS ELECCIONES
La unidad política es una lucha permanente y, en este periodo marcado por la posibilidad de que la extrema derecha llegue al poder, se extiende al terreno electoral para demostrar la necesidad de la unidad antifascista en todos los niveles.
En este sentido, la experiencia del Nuevo Frente Popular es una conquista. El NFP agrupó partidos de izquierda, sindicatos, asociaciones y atrajo a decenas de miles de militantes, pero también a muchas personas no organizadas o que se acercaban por primera vez a la política, con fuerzas radicales (especialmente la FI, pero también la CGT y la FSU) en el centro. La victoria del NFP frente a la extrema derecha en las legislativas de 2024 demuestra que la capacidad de resistencia y movilización del movimiento obrero sigue siendo importante.
Sin embargo, también nos enfrentamos a sus límites. En particular, al deseo de los principales partidos de izquierda (incluida LFI) de mantener el NFP como un simple cartel electoral. Nosotros, por el contrario, militamos para que el NFP se convierta plenamente en un frente social y político que se exprese tanto en la calle, en las luchas, como en la arena electoral. Para ello, nos apoyamos en fuerzas que mantienen en lo esencial la misma política que nosotros dentro del NFP (Ensemble, GES, GDS…) así como en el embrión de coordinación nacional constituido en torno a la iniciativa de los “convoyes de la victoria”, la Fundación Copérnico y los comités NFP que participan en ella.
Aquí se pueden ver algunas diferencias con una orientación marxista revolucionaria. Se valora el NFP con cierta reserva por su limitación al terreno electoral (y se califica de “radicales” a burócratas de la FSU y la CGT), pero no hay ningún balance crítico sobre el “frente republicano” que ayudó a salvar los escaños de diputados del partido de Macron e incluso de la derecha. El NPA-A hace suya la “victoria” del NFP, confundiendo los votos del primer turno con la mayoría parlamentaria; por ello, se sumó a la “campaña democrática” que exigía a Macron “respetar la voluntad de los electores”, cuando como señalamos más arriba, se trataba precisamente de restringir el rechazo a las políticas patronales y gubernamentales al terreno electoral.
Lógicamente, los dirigentes del NPA-A no buscan converger, ni para las luchas ni para las elecciones, con organizaciones revolucionarias (LO, Révolution Permanente, NPA-R) y miran más bien hacia los pequeños grupos de la izquierda reformista llamada radical.
¿Qué más decir, salvo que esperamos que estos camaradas -al menos una parte de ellos- recapaciten?
Por Gérard Florenson
Notas
1.- APRES, constituido por excluidos de LFI, acaba de celebrar su congreso constitutivo, al que se ha sumado Ensemble, agrupamiento que incluye escindidos de la LCR y el NPA, algunos aún miembros de la Cuarta Internacional (SU); DEBOUT, el pequeño partido de François Ruffin, otro ex-LFI con agenda propia; GÉNÉRATIONS, el partido de Benoît Hamon, ex candidato del PS en las presidenciales…
2.- Philippe Poutou lo pagó caro en la circunscripción Audoise cedida por el NFP. En la segunda vuelta recogió algunos votos del candidato disidente del PS local y poco más. Los resultados muestran que la derecha “republicana” votó en masa por el diputado saliente del RN.
3.- Una cosa es la naturaleza del NFP, que se propone “civilizar” un poco el capitalismo; otra, las aspiraciones de sus votantes, en su mayoría jóvenes y de clase popular, que buscan revancha tras sucesivas derrotas, sin esperar a las próximas elecciones.
4.- Con un sistema electoral proporcional a una sola vuelta, el RN y sus aliados habrían obtenido el mayor número de escaños. ¿Habría sido necesario, en nombre de la democracia, exigir un gobierno de Bardella?
5.- Lo cual no justifica en absoluto el “campismo” de LFI, siempre indulgente con los gobiernos ruso y chino.