La Unión Industrial Argentina (UIA) se prepara para celebrar un nuevo Día de la Industria en pleno cambio de tono en la discusión con el Gobierno, ante un panorama que llegó al límite de su capacidad para absorber los aumentos de costos. Los balances negativos de las grandes alimenticias desataron la crisis total. Las compañías hablan de un invierno que se tornó más frío de lo esperado y el tema es cada vez más insoslayable.
El próximo 2 de septiembre la entidad fabril hará un acto en la ciudad de Córdoba y presentará el Decálogo del Nuevo Contrato Productivo, un documento al que van a adherir las cámaras industriales regionales y sectoriales de todo el país y que apunta “al Gobierno, pero también al resto de la dirigencia política”. La premisa será “construir condiciones estructurales que igualen la cancha y permitan a la industria argentina competir globalmente, mediante reformas en los planos fiscal, laboral y de incentivos productivos”. Uno de los puntos más importantes será la “modernización laboral y el financiamiento productivo”.
Según pudo saber PERFIL, la UIA invitó al presidente Javier Milei y al jefe de Gabinete, Guillermo Francos, a participar del evento, pero aún no confirmaron su presencia. Fue en esta misma fecha, un año atrás, que el jefe de Estado pronunció la frase que fue germen de las fricciones entre los industriales y el Gobierno: “Para proteger a la industria se le robó al campo, y esa protección lo único que generó es un sector industrial adicto al Estado”.
Cambio de tono: la UIA se pone en modo confrontativo
El entonces presidente de la entidad fabril Daniel Funes de Rioja planteó que la cámara es “víctima y no victimario”, y mantuvo hasta el final de su mandato los cuestionamientos típicos referidos a los impuestos y el pedido de las reformas estructurales. En las últimas semanas, la entidad que forma parte del Grupo de los Seis (G6) comenzó a elevar cuestionamientos a la gestión libertaria.
El titular de la UIA, Martín Rappallini, se refirió a los números en rojo que presentaron durante la semana Molinos Río de la Plata, Ledesma y Mastellone no como casos aislados, sino como “un sobrecosto estructural que atraviesa toda la economía argentina”. En sus balances, las empresas de consumo masivo argumentaron impedimentos a la hora de trasladar aumentos de costos a precios.
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“Ese sobrecosto condiciona la competitividad y explica por qué los únicos que pueden sostenerse son aquellos que logran trasladar los incrementos a precios, mientras que los que no pueden hacerlo —como los sectores transables que representamos— sufren un impacto directo en sus resultados”, advirtió.
Y lanzó al Gobierno: “Este diagnóstico confirma la necesidad de avanzar en la corrección de las distorsiones sistémicas si queremos construir una economía que pueda competir en igualdad de condiciones”.
Meseta industrial
En el adelanto de los datos de actividad de los distintos sectores de julio, la entidad pronosticó un amesetamiento, luego de algunos signos de recuperación en el primer semestre de sectores específicos, vinculados a la molienda, refinación de petróleo y producción de motos. Esto fue antes de en que las últimas dos semanas la fricción entre los bancos y el Gobierno generaran un escenario de tasas volátiles que llevaron a encarecer el crédito productivo en, al menos, 20 puntos porcentuales. Tal es la desigualdad y el enfriamiento de la actividad que las grandes compañías tienen fuertes números en negativo. Incluso la fábrica de la que es dueño Rappallini, Cerámicas Alberdi, con caídas del 25% en las ventas.
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Esa cifra de dos dígitos aportó al recesivo escenario de la actividad de la construcción, que sufrió un golpazo por el parate de la obra pública, y que no logró apuntalar del lado privado. En julio el Índice Construya (IC), que mide la evolución de los volúmenes vendidos al sector privado de los productos para la construcción, registró una baja del 0,47% mensual desestacionalizada; y, en la comparación interanual, el IC mostró una suba de 0,10%, lo que se traduce en una actividad frenada.
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Por un lado, el sector se vio afectado por el aumento de las tasas de interés que elevó los costos de financiamiento. Por otro, la competencia con bienes importados es cada vez mayor, evidenciada por un aumento del 32% en las importaciones de bienes de consumo en el primer semestre. A esto se sumó el estancamiento de las exportaciones, que se desaceleraron en comparación con meses anteriores, y también la profunda heterogeneidad entre los sectores, donde solo unos pocos lograron recuperarse a los niveles de 2023.
El consumo es rector: sin ventas, y luego de un año y medio de volver a mirar los costos para ser más eficientes en un contexto de inflación en descenso, el margen de traslado a precios escaseó. “Está muy frío el invierno, ni los importadores están vendiendo. Más que las compras al exterior, hoy el problema es el consumo nulo”, sintetizó en conversación con PERFIL un industrial bonaerense con decisión en una de las grandes firmas.
AM/ML