El dólar oficial se mantuvo en 1435 pesos este miércoles y quedó apenas a 3,3 por ciento del techo de la banda cambiaria fijada por el Banco Central. La estrategia oficial para contener la suba incluye ventas en el mercado de contado, operaciones en futuros, subas de encajes y de tasas de interés, con el objetivo de absorber pesos excedentes y limitar el traslado hacia el tipo de cambio. Según explicó la economista y directora del Banco Ciudad Delfina Rossi, desde agosto el Tesoro ya se desprendió de más de 800 millones de dólares para apuntalar la estabilidad cambiaria.
En el plano bursátil, la jornada mostró un nuevo rebote de las acciones y bonos argentinos. El índice S&P Merval avanzó acompañado por una mejora en los papeles de empresas que cotizan en Wall Street. Los ADRs de compañías locales registraron subas moderadas, con algunos bancos y energéticas encabezando las ganancias. En paralelo, los títulos de deuda en dólares también sumaron otra rueda en terreno positivo, lo que permitió un alivio transitorio tras varias semanas de caídas. Sin embargo, la mejora no alcanzó para revertir el escenario de fondo: el riesgo país se mantiene en niveles superiores a los 1.000 puntos y acumula desde enero un alza superior al 90 por ciento, reflejo de la desconfianza persistente de los inversores.
El comportamiento local estuvo influenciado por un contexto externo más favorable. En Estados Unidos, los precios mayoristas mostraron una desaceleración que alimentó las expectativas de un recorte de tasas por parte de la Reserva Federal. La posibilidad de un giro más expansivo en la política monetaria norteamericana generó un clima de mayor optimismo en los mercados internacionales, lo que se trasladó a emergentes y permitió un respiro para activos argentinos. El propio Donald Trump, sumó presión con declaraciones que reclamaron un fuerte recorte de tasas, lo que dio más fuerza a la expectativa de que la Reserva Federal acelere el cambio de rumbo.
Ese telón de fondo internacional positivo explica en gran medida el rebote registrado en la Bolsa porteña y en los bonos soberanos. No obstante, la dinámica local sigue marcada por la fragilidad cambiaria y la dependencia de las intervenciones oficiales. La economía argentina continúa atada a los flujos de dólares que pueda administrar el Tesoro y a la capacidad del Banco Central de sostener la estabilidad cambiaria mediante regulaciones y ventas de reservas.
La estrategia oficial se enfrenta a un dilema complejo. Mantener tasas de interés elevadas ayuda a frenar la presión sobre el dólar y a contener la inflación en el corto plazo, pero al mismo tiempo profundiza el enfriamiento de la actividad económica y encarece el crédito para familias y empresas. Del otro lado, una baja de tasas podría aliviar la recesión y dar oxígeno al mercado interno, aunque con el riesgo de que se acelere la demanda de dólares, aumente la inflación y se dispare una devaluación.
En este sentido, el Gobierno convalidó en los últimos días una baja de tasas que perforó el 40 por ciento en algunas colocaciones. La decisión abre el interrogante sobre si el mercado convalidará los rendimientos más bajos o si, por el contrario, la reducción de la tasa terminará trasladándose a una mayor presión cambiaria antes de las elecciones. El Ejecutivo cuenta con cierto margen para avanzar en esta dirección, al haber subido fuertemente los encajes, los bancos están en parte obligados a aceptar los títulos ofrecidos, dado que los mismos pueden integrarse como parte de la inmovilización exigida.
La necesidad del Tesoro de renovar vencimientos en pesos por montos cada vez más altos obliga a ofrecer condiciones atractivas para los inversores, lo que en los hechos limita el margen para bajar rendimientos. La administración de la liquidez y la capacidad de absorción de pesos serán claves para que el Gobierno pueda evitar saltos bruscos en el tipo de cambio en las semanas previas a las elecciones.
La agenda financiera del día dejó en claro las tensiones cruzadas que enfrenta la política económica. Por un lado, el dólar en niveles récord y la presión permanente sobre las reservas obligan a redoblar las intervenciones oficiales. Por otro, el leve rebote de acciones y bonos, acompañado por un contexto internacional más favorable, brinda un respiro que difícilmente pueda sostenerse si no se consolida la confianza interna.
La disyuntiva sobre el nivel de tasas de interés condensa las contradicciones de fondo: estabilizar el dólar y la inflación, aunque a costa de una recesión más profunda, o apostar a una recuperación de la actividad con el riesgo de que se dispare la inestabilidad cambiaria. Todo, bajo la sombra de un riesgo país que duplica al de la región y que recuerda que, detrás de cada rebote, la fragilidad sigue siendo el dato estructural.